La atención médica es fundamental para la vida humana – siempre lo ha sido, y siempre lo será – pero nunca ha estado tan claro ni sido tan evidente como con la actual crisis del coronavirus. No es necesario decir que el COVID-19 ha impactado en cada aspecto de nuestra vida, pero una de las consecuencias más significativas de la pandemia ha sido la inmensa presión puesta sobre los sistemas de salud alrededor del mundo, y como resultado, las múltiples medidas dirigidas a alivianar esa presión.
El virus ha obligado a los hospitales a albergar más pacientes que nunca, lo que produjo que los profesionales de la salud no tengan tiempo para dedicar a aquellos que sufren de condiciones menos severas. A su vez, el distanciamiento social ha disuadido a las personas de visitar centros médicos, a menos que lo consideren realmente necesario.
Como resultado, los profesionales de la salud y el público en general han migrado en gran medida a las comunicaciones digitales, en reemplazo de las consultas y los chequeos cara a cara. En una reciente entrevista (en inglés) con el periódico especializado en asuntos médicos The Lancet, Ray Dorsey, director del Centro de Salud y Tecnología de la Universidad de Rochester, expuso que Estados Unidos ha visto un incremento en las consultas virtuales de diez veces durante las últimas semanas, y es esta una tendencia que vemos crecer alrededor del mundo.
Los beneficios de las consultas virtuales, o “telemedicina”, en estos tiempos son claros: quedarse en casa y realizar videollamadas mantiene a los pacientes lejos del transporte público, de las salas de espera en hospitales y de otros pacientes que podrían haber contraído el virus.
Además, dado que los síntomas del COVID-19 son, en muchos casos, leves, la telemedicina es particularmente útil para minimizar la difusión de la enfermedad entre el personal de salud. Si bien las consultas virtuales no son apropiadas para todas las especialidades, muchos problemas cotidianos, como malestares, fiebres y heridas menores, pueden tratarse, o al menos consultarse, de forma remota.
Sin embargo, mientras que el reciente auge en el uso de la telemedicina ha llegado como una reacción precipitada ante la crisis, no deberíamos esperar que desaparezca tan rápido como vino una vez que el virus se haya contenido. Durante años, la gente ha estado prediciendo un incremento de la medicina virtual, pero siempre ha quedado al margen, visto por muchos como una medida para reducir costos. La pandemia hará que muchos se familiaricen con la telemedicina, y podría ser este un punto de inflexión para el sistema sanitario, que modifique nuestro modo de interactuar con médicos y profesionales de la salud.
Considerando que probablemente estemos lidiando con los efectos de esta pandemia por un tiempo más, habiendo reportes de la llegada de una vacuna en aproximadamente un año, es probable que los nuevos hábitos adquiridos por los pacientes en este tiempo pasen incluso a ser una preferencia, y lleven a una nueva normalidad.
Sin embargo, como sucede con cualquier avance en la transformación digital, el aumento que se predice de la telemedicina poscrisis presentará desafíos relacionados a la privacidad y seguridad. Recientemente hemos visto que el personal de salud representa un blanco atractivo para los cibercriminales, debido a su rol en la sociedad, y esto no será distinto una vez que la crisis quede atrás.
Cualquier movimiento para impulsar el rol de la tecnología remota dentro de la salud llevará naturalmente a un aumento en la cantidad de información personal sensible implicada, desde datos de contacto a registros médicos, y la seguridad informática será entonces más importante que nunca para asegurar la privacidad de los pacientes. Además, será necesaria una gestión robusta al momento de regular el manejo de esta información, y la privacidad y seguridad deben ser temas centrales al plantear cualquier proyecto de telemedicina pensado a futuro.